“Poco a poco, una conversación entre amigos y todo cambió”
Vengo de una familia muy normal, en mi vocación no hay cosas raras, no hubo voces que me hablaran, ni apariciones de la Virgen, no. Dios fue llevando todo en mi vida de una manera muy normal y natural, casi sin darme cuenta.
Estudié toda mi vida en colegios del Regnum Christi, siempre formé parte del ECyD y de Reino, con una vida apostólica con sus altibajos como un joven normal que le aburren las cosas espirituales. Estudié Administración de Empresas Turísticas en la Anáhuac, trabajé un año en Disney World y otro año en Starwood en la Ciudad de México.
Apostolados, pues: Mega misiones de semana santa por 10 año seguidos, convirtiéndose en una especie de aspirina espiritual, que me daba permiso de olvidarme de Dios el resto del año; un año de colaborador en El Salvador al terminar la universidad (esto cambió mi vida). El Congreso de Gente Nueva era mi apostolado favorito por la fiesta, las amistades y creo que fue clave en mi juventud para entenderme mejor y saberme capaz de amar, de manera sana. Coincidió con el primer amor y los años maravillosos de la preparatoria, la edad donde eres el centro del mundo y nada importa.
Todo fue gradual, de Gente Nueva y Mega misiones pasé a dar un año de mi vida como Colaborador, dos años de trabajo en Turismo (Disney World y Starwood) que me dejaban insatisfecho más no infeliz, y la perdida de mis dos mejores amigos (Betin y Cors) en un accidente de coche en el segundo año de universidad. Todo esto fue calve para la idea de: “ser sacerdote” y amar mucho más, “ser sacerdote” y ayudar a los jóvenes, “ser sacerdote” y salvar almas llevándolas al cielo, a la felicidad eterna donde no se sufre más.
Me lancé a la aventura de la vocación en el 2011 a mis 25 años de edad. Recuerdo una conversación increíble con mis amigos por la noche, en el yacusi de la casa de Acapulco de un amigo mío, con una cuba en la mano. Esa mañana, Yo acababa de renunciar a mi trabajo y me sentía completamente libre y feliz. Hablábamos de esos temas de jóvenes: el futuro, lo que la familia espera de ti, las novias y amigas, las parejas ideales, los sueños y planes. Salió el tema de la vocación y el silencio me invadió, pensé que sabían algo, que se me notaba algo… Una semana después estaba dando la noticia a mis amigos y amigas y a mi familia de que iba al candidatado a Monterrey para ver si Dios quería que fuera sacerdote Legionario de Cristo. Todo fue tan rápido, literalmente mi vida cambió en una semana, yo sabía que no iba a regresar a casa, aunque me negaba a aceptarlo.
Llevo 10 años de formación y estoy a punto de ordenarme sacerdote Legionario de Cristo. Ahora estoy como Vicerrector del Centro Vocacional en Colombia. Casi todos mis amigos están casados y tienen hijos, mis dos hermanos han hecho sus vidas como Neurocirujano y Abogado, los dos felizmente casados. Todo esto impensable hace 10 años en la conversación de Acapulco con mis amigos.
Yo solo puedo decir que Dios me ha dado tanto en esta vida: Una familia que me ama y me cuida, amigos que están incondicionalmente allí, hermanos legionarios en quienes he encontrado grandes amigos. Dios no me ha quitado nada, solo me pidió entregarle todo para dármelo devuelta con mucho más. Dios no ha sido bueno conmigo, ha sido esplendido e infinitamente bueno y amoroso. Y aunque no me ha evitado las dificultades les aseguro que siempre ha estado allí para mí y nunca me ha soltado de la mano, todo se resuelve; la realidad supera la ficción.
El amor de mis papas y de mis hermanos, el amor de mis amigos de toda la vida con quienes crecí y aprendí a vivir, el amor de mis hermanos y amigos legionarios quienes tanto me han enseñado son reflejo del infinito amor que Dios me tiene. Cuan infinito será el amor de Dios que esta historia apenas comienza.
Ojalá yo también pueda ser reflejo del amor de Dios para los jóvenes, para las familias necesitadas que viven en la pobreza y desigualdad, para los que pierden un ser querido, para los que están aprendiendo a vivir y no se entienden, para los que tienen miedo de una vocación o simplemente ser el amor de Dios para el que me ve pasar. La gente que yo amo está allí deslumbrándome con el amor de Dios, pues le pido al Señor que yo también pueda dar, aunque sea un rayito de su amor.