Ordenaciones Sacerdotales

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Mario Rodríguez LC

Mario Rodríguez
La semilla que se convirtió en árbol

Si tuviera que elegir una imagen para describir mi camino vocacional tendría que ser la de la que él mismo Jesús utilizó para describir cómo es el Reino de Dios: como una semilla de mostaza, que siendo la más pequeña de todas, se convierte en un árbol frondoso. Los modos que Dios emplea con cada persona, son pues, nunca mejor dicho… personales. Y hay vocaciones que surgen como si Dios sembrara el árbol directamente en la tierra, otras surgen como de milagro repentino. En mi caso, la vocación creció lenta y suavemente como crece una semilla que día con día se convierte en un árbol.

La tierra fértil donde Dios depositó esa semilla fue mi familia, católica muy practicante. Un ambiente del que me di cuenta mucho tiempo después: era natural encontrar a mi papá rezando El Rosario o enseñándome a rezar frente a la imagen de la Virgen en mi colegio; ver a mi mamá enseñar el catecismo y rezar ante el sagrario. Son imágenes que tengo desde pequeño y que quizá nunca alcanzaré a valorar plenamente. Nunca sabré lo que eso significó y sigue significando en mi vida al día de hoy. Gracias por eso papás.

¿Cuándo y dónde se depositó la semilla? no sería capaz de indicar con exactitud el momento o lugar. Pudo haber sido en unas megamisiones, durante un rato de oración en la capilla de mi colegio o quizá acompañando a mi familia en la santa misa. Lo cierto es que cuando esa semilla se fue transformando en un pequeño brote, me sentí llamado a la vida sacerdotal con los legionarios de Cristo.

Entré al noviciado en el 2008, unos meses antes de que comenzara un proceso interno a la congregación que ha llevado a repensar la formación, el gobierno, los códigos, etcétera. Digamos que me he ido formando con todo el proceso. Sin embargo, creo que aunque esas han sido las circunstancias externas, Dios me ha ido llevando a un proceso de mayor intimidad.

Comenzamos siendo amigos, Jesús llama a un corazón joven a seguirlo y este corazón joven sale de su tierra y sigue muy animado los pasos de su amigo. Este corazón joven recuerda cómo despegaba el avión para irse al extranjero, ahí donde el Amigo le pedía ir para seguirlo. Mis primeros años de seguimiento los viví como un amigo que disfruta de la compañía del otro.

Muy pronto me di cuenta de que ese llamado no era para mí solo, no es para formar parte de una élite o de un grupo exclusivo. Hay personas de por medio. Pasé entonces a verme como instrumento también. Un par de años de ilusión apostólica, donde quería hacer cosas y lanzar proyectos, para dar a conocer a este amigo. Sin embargo, la gran luz en mi camino llegó cuando descubrí que Jesús no me quería como su instrumento. Un instrumento es un objeto, es algo frío, impersonal. Dios no me llamaba a ser instrumento, me llama a ser padre. Y esa es mi vocación.

Mi vocación: Ese inmenso regalo e inmerecido don que llena mi corazón y me atora un nudo en la garganta. Ese misterio que cuando pienso en él viene acompañado de lágrimas a mis ojos. Mi vocación. Ser tu apóstol, tu discípulo, ¡ser tu amigo cercano! Vivir tu vida. Vivir como Tú. Para eso son mis votos de pobreza, castidad y obediencia, para seguirte y vivir tu vida. Para que vivas Tú en mí. ¡Amigo! Mi vocación Jesús, qué enorme regalo y qué tremenda responsabilidad. Ser reflejo de la bondad del Padre aquí en la tierra. Ser sus brazos para abrazar y levantar. Sus ojos para mirar el corazón. Su boca para bendecir y alentar, para consolar y fortalecer, para corregir y defender. Ser su corazón para amar. Esa fue y es tu vida. Y quieres que sea la mía. 

Y yo también lo deseo Jesús. Si esa será mi vida, quiero vivirla a fondo. No importa cuánto dolor, sufrimiento haya que pasar. Contigo a bordo en la barca de mi vida, aunque a veces duermas, sé que llegaré a buen puerto y podré ayudar a otros también.

Tú cambiaste vidas Jesús. Los evangelios nos narran algunos episodios de vidas cambiadas. Las has cambiado a lo largo de la historia. Tú cambiaste mi vida Jesús mío, por puro amor. Sólo Tú puedes cambiar vidas para bien. Sólo Tú. Pero me das la tarea y la misión de prolongarte y hacerte presente siempre, en todo lugar y con todo mi ser. Sea así Jesús mío. Cambiemos vidas juntos. Me llamas a eso: a vivir como Tú, vivir como hijo; para poder también ser padre de muchas personas, fiel reflejo del Padre celestial. Ser padre es ser fecundo. Porque mi vida Jesús es para darla como Tú la diste.

Reseña.

El padre Mario Rodríguez, nació en Monterrey el 21 de febrero de 1992. Ingresó al centro vocacional de los legionarios de Cristo en 2005 y al noviciado en 2008. Cursó sus estudios de humanidades clásicas en Salamanca, España; y sus estudios de filosofía y teología en Roma. Durante sus prácticas apostólicas fue asistente de humanistas en Monterrey y auxiliar del ECYD y de la sección de jóvenes de León. Actualmente es feliz siendo director de la sección de jóvenes y del ECYD de Chihuahua, así como tutor de la Prepa Anáhuac. Amante de la vida humana, desde una excursión a la montaña, una cerveza con amigos, una adoración nocturna o una fogata en el rancho. Le apasiona acompañar a otras personas y poder ser aunque sea un pálido reflejo de la bondad de Dios padre para los demás, en especial para los jóvenes.

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