Ordenaciones Sacerdotales

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Melchior Poisson LC

Melchor Poisson
“Me has seducido, Señor, y me dejé seducir” Jr 20, 7

Recuerdo perfectamente una oración en la capilla del seminario de los legionarios de Cristo en Roma, tenía 14 años, arrodillado en la capilla y le dije a Jesús: “Señor, quizás yo también algún día estaré aquí como uno de ellos”. En este momento para mí fue un shock, algo inesperado. Llevaba más de dos años en una profunda crisis de adolescencia, desde que había entrado en segundaria. No sabía bien qué quería… buscaba tener éxito y ser el primero, y también divertirme, y a menudo estas ambiciones centradas en mí mismo me dejaban bastante decepcionado y vacío. Este viaje a Roma fue transformador para mí, porque encontré a Cristo vivo y cercano. Regresé otro, todo me gustaba y lo disfrutaba, el colegio, mis grupos de amigos y los planes, el piano, mi familia, el Ecyd, eskiar…

Pensé en entrar en la Apostólica (seminario menor), para ver con más claridad sobre mi vocación. Pero andaba indeciso, no quería dejar todo lo bonito que tenía en mi casa. Entonces mis papás me dijeron de esperar, que tenía tiempo. Me gustó la idea, pero al año siguiente volvió el deseo, y esta vez sentía que tenía que ser “ahora”, aunque me costaba mucho dejar mi mundo de adolescente. Tomé la decisión que iba a intentar un año “para ver”, y, si no era mi vocación, pues me regresaba. Con mis papás fuimos a ver al director de mi escuela para asegurar que me volvería a aceptar en cualquier momento si decidía regresarme a casa. No me despedí muy bien de mis amigos del colegio, no les dije que iba al seminario, ni yo entendía bien qué hacía y ellos ni eran creyentes… no supe cómo decírselo, era todavía como un secreto.

Fui muy feliz en la Apostólica, sentí que mi corazón explotaba de alegría, de felicidad profunda. Me sabía en casa, en mi lugar. Todas las dudas que tenía antes de entrar se disiparon como delante de una evidencia: Dios me quiere con él, cerca de él, y me hace feliz. Con mi generación en la Apostólica éramos un grupo de amigos increíble, cómplices y alegres, con nuevos proyectos cada semana. No es fácil “explicar” el llamado, es como una intuición, un deseo del corazón, algo que nos supera y que no se puede racionalizar, más bien se saborea…

Entré en el noviciado en 2007, al inicio me costó. Pasé de estar “en casa” en la Apostólica, a no conocer a nadie, sin hablar ni el idioma. Me ayudó a centrarme en Cristo, en el motivo profundo de mi vocación. Y a los 6 meses, de nuevo estaba feliz, lleno de Dios y disfrutando el noviciado.

Y luego llegó la crisis de la Legión, gran momento para mi vocación. A través de esta triste experiencia de pecado y perversión, Dios ha modelado mi corazón de sacerdote en el perdón y la conversión. Me ha enseñado que le gusta más la humildad y la misericordia que el éxito humano, que su obra está en los corazones más que en las instituciones, que Él tiene el poder de vencer el mal con el bien.

En cada etapa de mi formación al sacerdocio puedo discernir el paso de Dios por mi vida y las maravillas que ha hecho. Pero esto es un testimonio corto, no un libro… Digamos en síntesis que la constante en mi vida legionaria hasta ahora ha sido de sentirme muy feliz y amado por Dios, a pesar de la pobreza de mi respuesta. Para concluir quiero sencillamente agradecer todas estas bendiciones de Dios que llenan mi vida y me permiten ser testigo privilegiado de su amor: mi familia; la Iglesia y los santos mis amigos; mis hermanos legionarios, los consagrados y las consagradas, los miembros del Regnum Christi; los jóvenes que tuve y tengo el honor de acompañar; tantos amigos y conocidos que llenan mi vida de felicidad.

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